La Otra Esposa ~ בהעלותך
- R. Roberto Feldmann
- Jun 9, 2017
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Tras volar de Santiago a La Habana con escala en México, en el que tanto Lan Chile como Cubana olvidaron mi comida especial, llegué al hotel con fatiga. Dejé como venían las muchas cajas de ayuda en la habitación, bajé con una revista a la terraza junto a la piscina y me pedí un batido de mango y un queso caliente. Absorto en la lectura me fue cediendo el mal humor de la fatiga. De pronto, en una mesa distante, alguien hace señas, aparentemente a mí. ¿Por qué a mí? Dos jóvenes mujeres negras sentadas, y una mulata de pié con un tocado africano, me hacían señas de que me acercara. No era novato en Cuba, y mea culpa por el profiling: Las supuse jineteras, y sin hacer caso, me sumergí en mi revista.
Un momento después, la mulata, con un tocado bantú y ojos verdes imposibles –consideré obvia la carnada- se acercó a mi mesa solitaria y me dijo con cortesía: - “Qué pena me da, caballero. Nosotras somos de aquí (cubanas), estamos esperando un matrimonio de pasaheros, m'entiende, pero no podemos esperar sin la compañía de un turista en la mesa, poqque los guaddias nos sacan… ay, qué bochonno me dá con Usté, podría Usté sentasse en la mesa con nosotras hasta que lleguen?” – Aún escéptico a tal inocencia en un hotel habanero, pero dispuesto a ayudar sin deponer la cautela, me trasladé a la mesa de ellas. Y cómo no, entablamos conversación. Una de las dos mujeres sentadas era muy locuaz y risueña. La del turbante parecía nerviosa por los guardias del hotel, y la tercera era devota de Yemayá, toda azul con sus collares. Callada, regia, era la reina tácita aún cuando parecía no querer estar allí. Sentada y de cerca, era de una belleza irresponsable. Recuerdo que acompañó la conversa con una risa maternal, de una bondad silvestre y dulce de hermana mayor. Como era viernes después de almuerzo, víspera del Shabbat Beha’alotjá, no pude dejar de asociar a la tercera de las moiras con la Ishá Hacushit, האישה הכושית, la mujer de Nubia a quien Moisés, en este capítulo de la Torá, habría tomado por esposa, y quien fuera motivo de cahuín por parte de Miriam y Aarón, hermanos de Moisés.
Cuando llegó la pareja de pasajeros del hotel –era cierto- me despedí para llevar el cargamento donado a la sinagoga del Patronato, clasificarla con la Dra. Rosa Behar en la farmacia comunitaria, y luego oficiar Kabbalat Shabbat. Pero la que llamo aquí Ishá Hacushit, se sumergió en mi inconsciente, y desde entonces aparecería en mis sueños más enigmáticos, durante años, y siempre con su tocado azul de Yemayá. Ha pasado un siglo desde que Freud postulara su descubrimiento: que una mujer negra en sueños de un hombre caucásico es una llamada de su inconsciente. Y en las últimas décadas, tanto desde la trinchera anti-racista como desde la feminista, el fuego iracundo ha dejado a Freud no solo con la barba chamuscada y los anteojos astillados de opiniones inconclusas, sino que ha convertido tal asociación en un tabú políticamente incorrecto. Solo que en el caso de Moisés (y en el mío también), la Torá no se inclina ante los tótems y tabúes de la corrección política, sean feministas o raciales.
Nuestra Parashá, Beha’alotjá, בהעלותך, Números (Bemidbar) 8:1 ~ 12:16, tiene un continuo de blancos y negros, delante y detrás, oscuridad y luz. Las seis luces laterales de la Menorá, -las tres ramas de la izquierda y las tres ramas de la derecha- deben, según Rashi [Midrash Sifrei Bemidbar 59] orientarse hacia el eje central. Está lo alumbrado hacía el frente y lo no alumbrado detrás, como figura y fondo. (Números, Bemidbar 8:2 במדבר) El alumbramiento de los primogénitos prosigue el continuo este en Números (Bemidbar) 8:16במדבר. En 9:1, D’s instruye a Moisés en luna nueva (oscuridad), sobre la hora en que se debe ofrecer el cordero de Pésaj, בין הערבים , en el crepúsculo, entre luz y oscuridad. (Bemidbar, Números 9:1-3) En Números (Bemidbar) 9:15 במדבר, la Torá nos dice que había una nube cubriendo el santuario - משכן - de día, y una luz “como semejanza de fuego” de noche. Hacía el final de la Parashá y de este continuo de claroscuros, aparece el más intrigante y humano contrapunto entre blanco y negro, claro y oscuro. (La relación negro = "oscuro" versus blanco = "claro" no tiene carga ni valórica ni simbólica. Ver "Reading Rabbinic Literature: It’s Not All Black and White" David M. Goldenberg)
וַתְּדַבֵּ֨ר מִרְיָ֤ם וְאַהֲרֹן֙ בְּמֹשֶׁ֔ה עַל־אֹד֛וֹת הָאִשָּׁ֥ה הַכֻּשִׁ֖ית אֲשֶׁ֣ר לָקָ֑ח כִּֽי־אִשָּׁ֥ה כֻשִׁ֖ית לָקָֽח׃ : במדבר יב״א
Bemidbar: 12:1 Vatedaber Miriam Veaharón bemoshé al odot Haishá Hacushit asher lakaj, ki ishá jushit lakaj: Números 12: 1 “Y habló Miriam y [con] Aarón acerca de Moisés sobre la mujer nubia que tomó [por esposa], ya que tomó una mujer nubia [por esposa].” Este versículo llega tan inesperado en el texto como en el con-texto. ¿Mujer de Nubia? ¿Qué Mujer nubia? ¿Desde cuándo? ¿Yo no sabía que…? Y por si la proposición no nos dejara suficientemente patidifusos y pluscuamperfectos, reitera de inmediato, redundantemente, “ya que [Moisés] tomó una mujer nubia (africana) [por esposa]”.
Isaac Abarbanel lista estampidas de preguntas. Aquí sus primeras cinco: 1. Miriam habla. Habla (singular) “y” Aarón ¿Qué rol juega Aarón? 2. Si "mujer nubia" se refiere a Tzippora, jamás se la menciona como tal: “cushit”. ¿Por qué aquí, y dos veces?. Y si como el Midrash plantea, se trata de una reina de Nubia que habría tenido Moisés por esposa ¡mucho antes de conocer a Tzippora y por cuarenta años! - ¿Por qué la “pelan” ahora? 3. ¿Para qué la redundancia “ya que tomó una mujer nubia dos veces?” 4. Y si Miriam (y Aarón) están preocupados por Tzippora, ¿Por qué ahora, en Jatzerot? 5. Dos versículos más tarde, Números Bemidbar במדבר 12:3, la Torá habla de la virtud de humildad de Moisés. ¿Cómo se relaciona ella con esto de la mujer nubia? Todo líder es descuerado, y Moshé no es la excepción. Solo que en esta ocasión, no es pelado por su liderazgo, a manos de hombres vanidosos que envidian su rol, o por un pueblo incapaz de ver la compañía divina que le sacó de Egipto y le mantiene en el desierto con maná y hasta sobre-abundante carne de codornices (Números במדבר 11). No. Aquí el tema asume el cauce de asuntos femeninos, en la que una, Miriam, presuntamente por proteger a una segunda, Tzippora, saca a colación una tercera y desconocida, la reina negra, la mujer nubia, la Ishá Cushit. Telenovela de celos, falaces lealtades: temas íntimos relacionados con mujeres. El Midrash llega lejos, proponiendo que la cercanía profética de Moisés a la divinidad no le dejaba tiempo de yacer con Tzippora, e incluso, que esta sería "fea". Ante ello presentan a un Miriam como cuñada solidaria. Todo ello carece de base textual , (Peshat), pero figura en Midrashim, en fuentes de alegoría rabínica.
Rashi se engancha con esto. Preocupado por Moisés, propone que la mujer negra es ninguna otra que Tzippora, la esposa que siempre le conocimos. Con ello, se abren más dilemas que claridades, partiendo por su planteo que Moisés se habría divorciado de (luego de casarse con) la mentada mujer nubia / negra. Abraham Ibn Ezra coincide. Pero el propio nieto de Rashi, el Rashbam, discrepa totalmente de su abuelo. Para él, la mujer es sin lugar a dudas una segunda esposa, y es nubia.
Razona Rashbam: “Si Miriam y Aarón estuviesen hablando mal de Moisés por haberse casado con Tzippora ¿Para qué habría de agregar el texto que Moisés tomó una mujer nubia? ¿Acaso no sabemos ya que Tzippora fue una mujer midianita? Tzippora no fue nubia, no fue Cushit. Cush es descendiente de Jam, africano, Génesis 10:6, en tanto que Midián no es descendiente de Jam, sino de Shem, un Semita, descendiente de Abraham y Ketura.”
Rambán Najmánides deja la identidad de la mujer nubia a un lado. No obstante, subraya que la humildad de Moisés retratada en el versículo subsiguiente, se expresa en que Moisés escuchó el pelambre, pero escogió no responder. Y por ello responde D’s por él. D’s cita a Miriam y Aarón a comparecer, y aflige a Miriam –y solo a ella- con la lepra, que la deja "blanca como la nieve" Números (Bemidbar) במדבר 12:10. (Sí, la Torá tiene su sentido del humor también. Sin ello, no sería ni divina ni sagrada). Y solo Moisés, víctima del pelambre, puede interceder para sanar a su hermana Miriam. Y lo hace: “El ná refá ná lá” pronuncia enigmáticamente en monosílabos, “D’s, te ruego, sánala a ella, te ruego” y Miriam sana. Pero D's decide que la guardiana de manantiales debe estar siete días en cuarentena, fuera del campamento del pueblo de Israel. Y este la espera por los siete días, amorosa y respetuosamente. (¿Discriminación de género o bello ejemplo de rehabilitación ética?). "Te ruego" va en las cinco palabras dos veces, como el asegurarnos que Moisés había tomado a la mujer nubia por esposa. Moisés ruega redundantemente por sanación reflejando la redundancia del pelambre. Dos hermanos contra el tercero inventando una cuñada, quien, real o imaginaria, no tiene nada que ver. Y metiéndose en la intimidad de Moisés y Tzippora ("Tzipporah, Wife of Moses" por Marek Halter), quienes claramente no aparecen en el texto de la habladuría. Culpables e inocentes son involucrados por igual en el incidente. La mujer nubia, solo en el plano físico natural, lleva a cuestionar si acaso es “la misma” esposa o es “otra”. Pero ese no es el punto. El punto es que cuando aparece una mujer negra, irrumpe en escena el inconsciente. Y ese es el tema de fondo del Sefer Bemidbar, ספר במדבר, del Libro de Números. Un hechicero a sueldo y serpientes de cobre; una poción sobrenatural contra los celos ordinarios y una mujer negra como consorte del rival de las envidias más acalladas… La Torá no sería Torá si no dedicara una enorme parte de su mensaje de vida a asumir nuestro inconsciente. Y es ante el inconsciente que su énfasis en la humildad de Moisés, inmediatamente después, de pronto cobra sentido, y profundamente. במדבר יב״ג וְהָאִ֥ישׁ מֹשֶׁ֖ה ענו [עָנָ֣יו] מְאֹ֑ד מִכֹּל֙ הָֽאָדָ֔ם אֲשֶׁ֖ר עַל־פְּנֵ֥י הָאֲדָמָֽה׃ Bemidbar 12:3: Vehaish Moshé anv [Anav] meód mikol haadam asher al pnei haadamá. Números 12:3: "Y Moisés era un hombre muy humilde, más que todos los seres humanos sobre la faz de la tierra" ענו Anav: humilde, paciente (Rashi), responsable y [en inglés] "accountable". ¿Cuál es nuestra humana (y humilde) tarea ante el inconsciente? Entender que es tan poderoso como el consciente, cuando no siete veces más, y que dejarlo hablando a solas en sueños que no recordamos, lleva a escindirnos de nosotros mismos. Quien presta atención y reconoce a su inconsciente manifestándose, deja de ser esclavo del fado y se vuelve co-creador de su destino. Aunque no podamos siempre evitarlo, al menos cooperamos con sus pulsiones. Aunque no siempre podamos comprender qué, quién, cómo, por qué, para qué… podemos entender que tenemos raíces vivas profundísimas; y que no somos solo el discurso que tenemos de nosotros mismos, como el de nuestro perfil en redes sociales. En el desván o el abismo no solo está lo que tememos, sino lo que más amamos y nuestra fuerza mayor también. Cerrar la puerta a ello por miedo al temor, no solo es empobrecer nuestro viaje vital, sino es insensato: el inconsciente siempre sabe cómo derribar nuestras defensas. Y el insconsciente es la psique, es el alma, es la Neshamá, y es la Ishá Hacushit, la reina negra. Ella no puede manifestarse solo entre razones convenientes al constructo que llamamos "yo". Ella no es limitable, controlable, domesticable. Y nos hace añicos por nuestro propio bien mayor, que es evolucionar más allá de las dicotomías; abarcar más verdades que blanca y negra, real e imaginaria, semita o africana. Este terriblemente confuso momento de la humanidad, en que la verdad es trágicamente reemplazada por un mundo de narrativas con pulgares para arriba o para abajo, es funcional también al proceso de abrirnos a realidades mayores y más profundas que los discursos. La mentira hace un daño tremendo, y la mentirósfera “post-factual” es una catástrofe. Sí. No obstante, en su podredumbre y locura, está la muerte de relatos estrechos, de conceptos angustiosamente limitantes, de fantasías de enemistad que por más muerte que dejen –como en Londres el sábado por la noche- son, desde una perspectiva evolutiva, enfermedad del alma. Hoy posee demoníacamente a un colectivo étnico-cultural-religioso. En el pasado fueron otros, y en el futuro, quién sabe. Pobre de nosotros si perdemos nuestras libertades porque nos quieren avasallar y matar. Y pobre de nosotros si no asumimos a nuestros enemigos y no nos defendemos. En esa terrible dicotomía está Israel, y lo ha hecho bastante bien. No así el mundo, preso de personajes e ideologías de pesadilla, desde Rico McPato twitteando por su lado, a la corrección política de los guerreros de la justicia social por otro. El Inconsciente, la Mujer Nubia, actúa deslealmente hacía el ego que le niega. Y si no fuera por esa deslealtad, no habría habido aventura humana, ni salidas de Egipto, ni llegar miles de años después a tierras prometidas. Sabio es quien usa su ego para lo que sirve, cuando sirve, que es defendernos en la calle de la brutalidad. Sabio es quien permite a su alma sobrepasarlo, lúcido y despierto.
Me encontré con Tatiana. Era médico en un hospital de La Habana. De delantal blanco era menos exótica, pero no menos mítica que de azul. Caminamos entretenidos conversando de un extremo al otro del Malecón una noche, y terminamos el diálogo profundo y divertido sentados en el Paseo del Prado. Y aunque yo le perdí la pista a ella, Ella –la Ishá Cushit- nunca me ha perdido la pista a mí. Me sigue anudando los cordones de mis zapatos uno con otro para hacerme trastabillar, y me da vueltas en la resaca de sus ocurrencias de mar. Pero prefiero una vida más corta con Ella, que una más larga sin la ternura de su sonrisa, y sus decisiones impulsivas que lo rompen todo para luego volver a comenzar. Si, el alma es una mujer negra. Shabbat Shalom,

Rabino Roberto Feldmann.
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© Rabino Roberto Feldmann. 6 de Junio de 2017, 12 de Sivan de 5777. Todos los Derechos de Autor Reservados.
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