El Miedo al Futuro (Sombras sin Sombra) ~ שלח לך
- R. Roberto Feldmann
- Jun 13, 2017
- 7 min read

Siempre hay un momento en la infancia en el
que se abre una puerta que deja entrar al futuro Graham Greene
¿Quién dijo que los molinos de viento que Don Quijote vio como gigantes, son un paisaje de La Mancha, si son el equipaje de Don Quijote, que Sancho, de tanto cargarlos, entendió mejor?

En este paisaje de aquí, Sancho explicaría a Don Quijote que un cajero automático no es una fábrica de billetes; que un semáforo no es una damisela que cambia de humor cada medio minuto; que la gente absorta con sus celulares, no es gente loca que se mira en sus espejitos. ¿O no?
Los capítulos anteriores del libro de Números (Bemidbar), במדבר, arrastran milongas que idealizan al Egipto dejado atrás: “Qué buena era la vida allá, y cómo comíamos carne... y qué ricos los melones y los cebollines”… O bien acarrean boleros de rivalidades entre hermanos. Pero esas rivalidades no amenazan el destino del pueblo de Israel: ser un pueblo que vive la Torá de D's llegando a Su tierra. Son rivalidades intrafamiliares como actividad volcánica normal. En Shelaj-Lejá, שלך-לך las frágiles defensas de la psique de Israel ceden. La depuración a fondo de poner al pueblo a bailar con su inconsciente en el desierto produce fiebre. Una que ya no desvaría ante el pasado sino ante el futuro: Ya no es la idealización del pasado por inmadurez. Ya no es el dar rienda suelta a la pequeñez del cahuín. Ya no es chapotear en la idealización de la esclavitud dejada atrás, o en la morbosidad de la envida. Ya no son graves asuntos de poca monta.

Resuelta la Gestalt de los celos de Miriam y Aarón hacia Moisés, la fiebre toma a los varones. Ellos tornan el fértil proyector del psiquismo hacia el futuro. Las peores pesadillas no son rivalidades entre esposas en el presente, sino guerras contra enemigos aterradores en el porvenir inminente de llegar la Tierra Prometida. Al igual que en Beha’alotjá no es que la mujer nubia no exista, o que los pueblos de Canaán no existan. Existen. Se trata de cómo son vistos por la distorsión del miedo, por la ansiedad de la desconfianza. Esa que proviene del pasado, que es tinta de calamar en su estampida en reversa. Doce varones importantes Anashim – אנשים -, uno de cada tribu, van a espiar la tierra que D’s ya reveló que entregará a los descendientes de Abraham y Sara. ¿Espiarla? ¿Para qué?

D’s se presta para el role-play de esta sesión de psicoterapia colectiva, figurando como instruyendo a Moisés encargar a los doce "pacientes" recorrer la tierra y traer detallado testimonio de si es fértil o no; si tiene árboles frutales y cómo son sus habitantes y ciudades. Hagan un inventario y cuéntennos lo que vieron. Diez de los doce regresan, y su relato, que empieza optimista por la fertilidad de la tierra, rápidamente entra en delirio febril al describir a los habitantes y las ciudades. Serían “gigantes” [28]… Esa tierra “devora a sus habitantes” [32]… “nos vemos como saltamontes comparados con ellos [33]”... Y del inventario pasan al comentario, y de allí, a los tumbos, a la histeria colectiva. Todo el pueblo llora desconsolado esa noche (14:1). En el desborde, las palabras generan emociones incontenibles que a su vez derivan en planes de contingencia para la media vuelta y el retorno a Egipto. La presencia divina experimentada tantas veces desde salir de Egipto, no ha sido metabolizada. El miedo y la duda abren paso a la ira y la vengatividad. Moisés, como siempre, es la pantalla de estas emociones, y su paciencia es a toda prueba.

Dos de los príncipes sin embargo, dan un informe equilibrado, maduro y positivo. Uno es Caleb ben Yefuné (tribu de Yehudá) y el otro será el continuador de Moisés, Hoshea (luego Yehoshúa en 13:16) bin Nun (tribu de Efraim). Plantean a todo el pueblo כִּֽי־יָכ֥וֹל נוּכַ֖ל לָֽהּ "seguro que podemos" (Bemidbar 13:30), versus el לֹ֥א נוּכַ֖ל "no podremos" (Bemidbar 13:31) de los otros diez.
¿Cómo será el futuro? ¿Cómo viene la mano? ¿Qué será de mí?
¿Qué nos depara el porvenir? nos preguntamos los humanos.
La pregunta es una desde la desconfianza y sus supuestos, y es otra desde la loca cordura de confiar. No es que ateísmo y confianza, espiritualidad y materialismo vivan separados. Son estados de ánimo y de ánima. Son amores y regodeos. Son nubes y sol y luego otras nubes. Son día y noche en el mismo planeta anonadado de ser seres humano. Existen, sin resolución plena, como dos hermanos. Tienen cada uno virtudes sutiles y defectos feroces. Porque el miedo al futuro es tinta de calamar. Es una defensa que confunde a depredadores pero oscurece con nuestro propio jugo psíquico la claridad y la confianza. Escapamos de algún peligro pero nos confundimos nosotros mismos también.

Una pregunta relevante es qué voy eligiendo día a día y noche a noche. Si somos el resultado de nuestras creencias, ¿qué poder tenemos nosotros sobre ellas, y no solo ellas sobre nosotros?

La confianza ante el futuro no es un “dale vuelta y piensa positivo”. No es un atleta de alto rendimiento cacheteándose las mejillas y los muslos mientras musita para sí el mantra del “sí se puede” antes de saltar con garrocha. No es eso. La confianza ha de ponerse en la perfección del destino. Todo nuestro destino. ¿Somos capaces de constatar la positividad inherente en la propia historia; la presencia del misterio divino en ella? No hay crítica si no podemos, o si nos enrabiamos ante nuestro destino. Pero desconfiar no es gratis. La razón posmoderna no permite la locura de “confiar en D’s”. Pero sí permite aquella de no confiar. La segunda nos parece más “realista” aun cuando no podamos definir qué es “real”, y mucho menos qué es “realismo”. El miedo a que nada tenga sentido –el vacío- lo conjuramos con planes para el quinquenio, agendas, cuadriculando trimestres con sus días laborales y otros; con horarios, vacaciones y plazos. Y con la convicción inconsciente de que como a los ochenta nos moriremos.

Pero el miedo a que todo sí tenga sentido, ese sí que es de temer. Porque aunque puedes intentar conjurarlo clavando banderitas en tu calendario, el sentido te obliga a agradecer ahora, atinar ahora, asumir que es tremendo estar vivo, aquí y ahora, independiente de que no haya llegado aún todo lo que cada quien siempre estamos esperando. (Esa espera es la contra-cara del miedo al futuro). No hay castigos ni premios objetivos en un mundo conectado con un poder superior. Sí, al principio, en la edad del bronce lo entendíamos así. Pero luego vino el libro de Job, - יוב -y mostró que eso era pueril. Es más, ni siquiera hay buenas y malas decisiones. Hay amar y aprender. Y aprender a amar a un ser humano, que es lo más difícil, como escribe Rainer M. Rilke.
Toda decisión genera una experiencia. Toda experiencia, potencialmente, puede aportar sabiduría a la Torá de nuestra Vida. Y toda sabiduría nos da paz. Ese es el continuo entre pasado y futuro. Enviar espías no fue ni es para saber cómo es la tierra, sino para sesionar sobre si la vida es un misterio de amor en que lo que queda es lo sembrado, o si la vida es una carrera de obstáculos que se pierde al llegar a la meta.
Rav Yisrael Morgenstern de Pilov comenta: “¿Por qué en la Torá, la historia de Miriam quien habló mal en contra de Moshé precede a la de estos espías cocinándose vivos en sus temores? Rashi plantea que Miriam fue afligida por calumniar (por celos), pero diez de los espías no aprendieron de ello (por temor). Prosigue el Rav: Si una persona no quiere ver la verdad, nada puede ayudar, incluso si se le muestra la realidad claramente. Esa persona simplemente tiene sus ojos cerrados y no puede ver. Los diez espías con temor al futuro vieron y oyeron con sus propios ojos y oídos, pero aún así, no aprendieron de lo ocurrido inmediatamente antes.” (Iturei Torah, Vol. III).

Si nos toca enviar una expedición hacía el futuro, al otro lado de la duna, ella estará hecha de los mecanismos de defensa que con esfuerzo y dolor construimos en nuestra niñez, como dice Graham Greene. Es en esos años que nos fuimos formateando. Su andamiaje argumental que ya hemos internalizado para nuestra desgracia como adultos, es formidable. ¿Captamos, aún a nuestra edad, que nuestra vida ha sido una expedición desesperada por evitar frases que re-editan los dolores originales, esos que son la incubadora de nuestros temores adultos? El miedo no tiene fin a menos que valientemente le pongamos fin con amor y confianza, cotidianamente. Me convenzo subconscientemente, que el dolor vivido tantas veces es demasiado grande como para someterme a sentir de nuevo la misma emoción que me atemoriza y paraliza. Hay quienes se cansan de temer. A veces, hay seres humanos que se atreven a desobedecer a sus miedos, dejando que la ola imaginaria reviente encima de ellos, y aunque con réplicas y ecos, se dan cuenta que la ola era no mucho más que un espectro antiguo. El dolor recordado es feroz, pero es mayormente un recuerdo, no un dolor de ahora. Es controlable por el adulto que somos.

Así, hay quien con los años va poniéndose escéptico ante sus propias versiones de monstruos avasalladores, y ante sus discursos estucados durante toda una vida ante estos. Hay quien los echa por la borda, con la sagrada y poderosa intuición, de que no son otra cosa que lastre caduco. D's adentro es quien lo posibilita. Shelaj Lejá es una escenificación de la necesidad absoluta de rebelarnos ante nuestros peores miedos. Para eso, primero hay que identificarlos, nombrarlos, y verlos operando dentro de nosotros por toda una vida. Luego, con amor, soltar la insistencia frenética de los razonamientos de siempre. Yehoshúa bin Nun y Caleb ben Yefuné, dijeron sí, hay murallas. Sí, hay guerreros, y son fuertes, pero la tierra es muy buena. Dijeron sí, pero a los gigantes su sombra les abandonó: su poder es espectral, Bemidbar 14:9). Los molinos de viento son de adobe, pero los gigantes, esos no tienen sombra. Porque no son reales, son traslúcidos como los pensamientos. Rehúso regirme por el miedo que infla espejismos en nuestras mentes estancadas. El misterio divino nutre la luz adentro, la que nos hace vencer, que es lo que significa, en términos comprensibles, la palabra Israel ~ ישראל. El ser profundo de cada quien se revela desde muy adentro cada día. Percibirlo y compartirlo es vivir amando; entusiasmados, alegres y profundamente vivos. Don Quijote no deja de tener razón: Sí, un bancomático que uno toma por fábrica de billetes, genera un desorden en las finanzas personales. Y sí, un semáforo no es una damisela, pero de que hay días en que todos están en rojo y otros en que todos están en verde, los hay. Y sí, aunque la pantalla de los celulares no sea un espejo, la gente sí los mira para saber qué opinan los demás. Como ante un espejo. Los "gigantes" proyectados en molinos de viento no son un paisaje allá o acá. Son más bien nuestro equipaje de sombras sin sombra.

Shavúa Tov,

Rabino Roberto Feldmann. ----------------------------------------
© Rabino Roberto Feldmann. 12 de Junio de 2017, 18 de Sivan de 5777. Todos los Derechos de Autor Reservados.
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